Cuento EN SU MUNDO

fotografía a partir de la cual se me encargó realizar el cuento




diseño y traducción al inglés de la publicación, realizados por Bea Bascuñán para la Escola Superior de Artes e Design, Matosinhos. Portugal (ESAD) http://beabascunan.blogspot.com
escritores: Alberto García, Pau Labró, Carlos Pérez, Cristina Pascual y Luis Rivera










CUENTO PUBLICADO:

_EN SU MUNDO

Soy un mundo de madera.
Tengo los continentes pintados de colores, gastados por el sol, sobretodo el verde de África. Estoy enmarcado en un aro metálico, descascarillado como un fusil de guerrilla. El tiempo y sus vientos han ido puliendo mi piel, y del barniz no queda ni un pátina. Un objeto inútil: grande para poder hacerte un llavero, y pequeño para informar de geografía, aparte de los continentes y algún océano, poco más tengo. Eso sí, pusieron los trópicos, un detalle.

Tomás Rodríguez, a sus 25 años, estaba de vacaciones en Casablanca cuando decidió sacarme de la tienda, donde me exponía Aabul Mohamed. Por entonces estaba reluciente, ni rasguño, ni cicatrices, ni arrugas. Yo fui concebido aquí, Aabul es mi padre, madre no tengo. Cuando le digo a Miri que soy marroquí, no me cree porque los continentes están escritos en castellano. – Por el turismo. – Le digo, y ella me responde aplaudiendo sin chocar las manos, o mordiéndose los puños.
Con Tomás volé a España, teniendo en cuenta que hay humanos que lo hacen en pateras o a nado, fue todo un lujo aquel estrecho bolsillo de mochila. En ese viaje ya recibí algún arañazo del cutex, y el botellín de agua que se abrió, oxidó el eje de mi mundo. En menos de un día ya estaba echo una mierda ¡Joder! Le dije, pero Tomás no me oía.

Soy un mundo de madera maciza.
Para mi tamaño peso demasiado. A Miri le gusta sopesarme, relaja la forma en que me mece en su mano, arriba y abajo, arriba… Siempre, cuando viene a buscarme, grita:
- ¡¡Mundo Miri!! . –Y empieza su carrera de zancadas abiertas, como un pájaro que quiere despegar. Va dejando por el pasillo el hueco sonido de sus huellas. Entonces abre despacio las puertas del armario, veo su risa torcida, a veces de la emoción (sobretodo si vamos a Barcelona) le cae un hilo de saliva de su sonrisa.

Ramira Rodríguez, 3 años, cuando se deshizo del envoltorio de papel de periódico y me vio, empezó a golpearme contra el suelo.
- ¿Te gusta el regalo que te ha traído tu hermano? – Preguntaba Tomás, deshaciendo la mochila.
- Ciiiiii. – Decía mientras buscaba mi escondite, detrás de la pata del sofá.
- Pues cuídalo que si no se romperá. – Me temblaron los polos.
Estaba conversando con el Sr Patata, o mejor dicho con su oreja, cuando Ramira me arrancaba de mi tranquilidad, para empezar los ejercicios de saltos descontrolados, giros imposibles, golpes en el Sur y en el Norte. Luego me quedaba tendido en algún lugar de la casa, hasta que la madre decía:
- Rami recoge tus juguetes. – Y me lanzaba a la caja con los restos de mi amigo y alguna Barbie nueva.
Soñaba con que se olvidara de mí, me escondía en las esquinas del cajón, porque a este paso no quedaría nada de Europa ni Oceanía. Conseguí huir de sus manazas, y pasé 15 años debajo de unos cuentos de Walt Disney, llenos de polvo.
Hasta que Ramira decidió desenterrarme para poner en orden su vida.

Gracias Miri por tenerme a tu lado, por acercar tanto la mejilla, para que nos acariciemos mutuamente, así horas, juntos. Por besarme. Gracias. Nadie ha sido tan sutil conmigo, tan delicado, cuando acercas las yemas de los dedos noto tu calor y te ofrezco mis océanos. Nadie antes me había hablado. Esas palabras que balbuceas, llenas de ternura, como las oraciones de una diosa, me tranquilizan. Miri y yo nos entendemos, ella es parte de mi mundo y sé que yo también del suyo. Como te extraño: ¡Mundo Miri! Se abren las puertas del pequeño armario y su mano se acerca.

Adrián Martínez, 56 años, me recogió del contenedor donde me había aparcado Ramira, ya con 18. Todo objeto de segunda mano se convierte en basura. Eso lo sabes cuando estás en ella y si sales de ella. Adrián fue más cuidadoso conmigo que Ramira, diablo de niña. Pero este personaje me cargó de contenido, sin ser más que una bola de madera, me psicoanalizaba. - Vamos a hacer un mundo nuevo, tú y yo. Me decía. - Los pobres serán ricos. – Cogido a un cartón de vino me recitaba, igual que Hamlet con su calavera. Luego siempre acababa con un: ¡¡Viva la revolución!! – Que asustaba a los peatones.

Ven Miri, ven conmigo. Y vuelve a poner su mejilla cerca y me hace girar. Parece magia que los dos nos acariciemos al mismo tiempo. – ¿Otra vez con tu mundo, Miri? – Le dice el padre. Ella no contesta, sigue moviendo con sus dedos mi trópico de cáncer. A veces suelta una risa rota y vuelve a girarme. Rotando, rotando… Después de nuestras caricias me chupa, como gata con su cría. Dos veces pasa su lengua rasposa por todos mis continentes, limpiando el ozono, depurando los mares, luego me seca con su camiseta y vuelvo al pequeño armario, home sweet home. Con cristales y vistas a su dormitorio. Lindo.

Matilde Valientes, 32 años, me encontró abandonado por las resacas de Adrián. Pasaba largas temporadas sin saber de él, de repente aparecía con su aroma de alcoholes y me daba besos o me lanzaba fuerte contra los cartones, paredes de su casa. Adrián Martínez vivía a chispazos, a veces eufórico bailaba, o triste me lloraba, sonreía con esas barbas mojadas, o se deprimía ¡Mierda de mundo!, jugaba con el chorro de orín a dibujar corazones. Me gustó sobrevivir a su lado, pero quien puede comparar, eh Miri.
Matilde Valientes cogió el relevo.

Miri, como ya habéis visto, es una chica de gestos, de rutina, rituales: primero me coge suave, luego me mece, comprobando si sigo en el mismo peso, cuando da por terminados los levantamientos, acerca a su mejilla para acariciarnos, mínimo tres horas, y finalmente da sus dos suaves lametazos, antes de secarme con la camiseta y guardarme otra vez, con dos dedos, en el pequeño armario. Es un placer compartir su dinámica, así por siempre, soy un viejecito que ha encontrado la mejor residencia, donde reposar sus arrugas y las heridas de guerra de Ramira. Es lindo siendo un mundo encontrar tu sol. Además, Miri me lleva consigo a Barcelona, cuando va a ver a su padre. Dos semanas no y una sí. De su mano he visto el parque Güell y la Sagrada Familia. Y allí repetimos nuestros ejercicios de amor con delicadeza, me guarda en un cajón, con una almohada debajo, para que Asia mantenga su amarillo. Fue idea de su padre. - Sí, paaapi sí. – Respondió ella, seguido de un: ¡Mundo Miri!

Daniel Gutiérrez, de 30 años:
- Sigue besándome Mati, así, así…
Los cuerpos se deslizan rápido, las ropas vuelvan, se escurren, se cuelan las manos en las sombras del otro. La botella rueda por el suelo, sale el cinturón, se mojan las piernas, sudor y pasión de primavera. Empezaron a golpear el cabezal, entonces comprendí porque estaba envuelto y limpio. Los golpes se volvieron más rápidos y contundentes, hasta quedarse exhaustos. Y ya con el humo en la boca:
- Toma Dani esto es para ti. – Me sacó del envoltorio. Y Matilde Valientes concluyó. – Te regalo mi mundo.

Solo hay una cosa que no me gusta cuando estoy fuera de casa con Miri, la gente. Existen excepciones cierto, pero la mayoría son expresiones negativas: de vergüenza, de desprecio, asco incluso, o de lástima, resignación, incomodidad… sin embargo yo solo veo a una diosa dándole una lección al mundo. Como pueden dedicarle esas miradas a una persona tan delicada, tan leve, tan nube, que contagia su sutileza haciéndote sentir un jarrón chino. Yo que solo soy una esfera de madera, a su lado tengo nombre y apellido: Mundo Miri.

Miriam Gutiérrez, 38 años, me vio entrar de la mano de su hermano y se abalanzó. Fue un impulso, un acto reflejo, me cogió y rápido buscó refugio bajo la mesa camilla, donde se metía cuando actuaba mal. – Miri, ¿por qué has cogido mi Mundo?
- Mundo Miri
- No Miri, Mundo Dani.
- ¡Mundo Miri!
- Escúchame Miri, ese mundo me lo ha regalado Mati. Es un regalo, no puedo dártelo, significa el amor de Dani y Mati.
- ¡Mundo Miri!
- Miriam, pórtate bien cariño. – Entró su padre, acariciándole el cogote como a ella le gusta. – Esa bola de madera es de Dani, como los cepillos de dientes, está el de Papi y el de Dani, aquí en Barcelona, y en Madrid, está el de Mami y el de la Abuela. ¿Vale?
- ¡Mundo Miri!
- Da igual papá. A Mati no le importará que se lo quede.
- ¡Mundo Miri!


luis rivera linares